La hiperactividad es algo inherente a la naturaleza de los niños. Cada día vemos como su energía nos sorprende mostrándose casi inagotable, esa disposición constante hacia el juego y el aprendizaje, ese ansia de vivirlo todo y vivirlo ya, que les caracteriza. A pesar de ser algo normal en los niños, en estos últimos años, se ha popularizado el término hiperactividad, y se ha relacionado con algo más complejo, como lo es el ya conocido trastorno por déficit de atención e hiperactividad, abreviado con  las siglas TDAH, y que afecta, según estimaciones a entre un 5 y un 10% de los niños. Parece ser más frecuente en varones.

Este trastorno de origen neurobiológico y con componente genético, se caracteriza por tres síntomas típicos: el déficit de atención, la impulsividad, y la hiperactividad motora y/o vocal.

Síntomas,  en principio demasiado comunes en los niños.  ¿Cuándo hemos entonces de empezar a preocuparnos? Cuando estos síntomas interfieren en la vida cotidiana del niño, tanto en la escuela como en casa, cuando la conducta del niño nos parezca desmesurada e incontrolable, o bien cuando el rendimiento académico no siga un ritmo esperado y se combine con graves problemas de comportamiento; es entonces cuando tendremos que acudir a un especialista que será quien se encargue de diagnosticar al niño. Este especialista podría ser del campo de la medicina o de la psicología. Nuestro pediatra habitual, conocedor del desarrollo del niño y de su entorno, podría ser el principal descubridor logrando un diagnóstico precoz.

Hiperactividad  no es lo mismo que inquietud, un niño es inquieto por naturaleza, y puede simplemente “moverse por moverse” especialmente en  estas edades, hasta los 5 ó 7 años  aproximadamente, es normal que presenten estos movimientos incansables y sin una clara finalidad. Por este motivo no se suele diagnosticar como tal el trastorno antes de los 7 años, para evitar precisamente el sobrediagnóstico.

Es casi inútil, por ejemplo, tratar de acaparar la atención de los niños durante más de diez minutos seguidos, surgiendo siempre la necesidad de cambiar la actividad de nuevo, si queremos que el niño conserve su atención para lograr enseñarles algunas cosas. Precisamente por esto, a  la hora de programar las actividades en la escuela, tenemos en cuenta esta peculiaridad. En bebés, las primeras asambleas duran apenas unos minutos, y en tres años sin embargo, conseguimos prolongar más su tiempo de concentración realizando distintas actividades: nos saludamos, cantamos varias canciones, vemos fotos de nuestras familias, vemos qué amigos han venido, enseñamos bits… etc. Y en la medida de lo posible, vamos tratando de innovar para seguir encandilándoles, y poco a poco ir trabajando y aumentando más su tiempo de atención. Aún así hagamos los progresos que hagamos, en la asamblea, y después de prepararles una interesante actividad esa mañana, los niños son niños, y necesitarán salir al patio a media mañana para dar rienda suelta a toda su energía. Hemos de realizar, como decimos, actividades tanto físicas, como intelectuales, e incluso intercalar momentos de inactividad. Alternando secuencias que no duran más allá de los diez minutos. Independientemente de la actividad que estén o estemos realizando con ellos, generalmente serán  juegos, juegos que desarrollan su  imaginación, su razonamiento y su atención, por tanto, este tipo de hiperactividad natural, de la que venimos hablando, no sólo es normal, sino también necesaria para el desarrollo integral del niño.

¿Qué podemos hacer cuando el exceso de actividad empieza a ser un problema?

¿Qué podemos hacer cuando el exceso de actividad o la falta de atención empiezan a ser un problema conductual a pesar de ser tan pequeños?

  • Asegurarnos de que les damos los tiempos de juegos y actividad física necesarios cada día. Es necesario que descarguen su energía siempre. En el patio de la escuela, en el parque por las tardes…
  • Iniciarles desde pequeños en el respeto de los  límites y normas, y no ser demasiados permisivos. Aunque sean muy pequeños, es importante empezar a utilizar de forma clara y concisa el “no” cuando sea necesario.
  • Establecer en la manera de los posible horarios y rutinas que ellos acabarán por asimilar: Horarios y tiempos en las comidas, hora del baño, tiempos de juego… Y comunicarles los cambios que vayan a darse en la rutina del hogar.
  • Aumentar la autoestima y la autoconfianza dejando que aprendan a hacer las cosas por ellos mimos aunque nos ocupe más tiempo que hacérselo nosotros mimos.
  • Evitar los estímulos de alta intensidad como ruidos, luces, gritos.
  • Ignorar las conductas que tienen que ver con claras llamadas de atención, como las rabietas, manteniendo la calma.

 

El mes pasado publicabamos en nuestra web del grupo www.kidsco.es la noticia de la apertura de la Escuela Online de la Fundación Educación Activa para padres con hijos con déficit de atención (TDAH). Os dejamos el enlace  Mas información